lunes, 9 de marzo de 2015

Juana de Ibarbourou - Cuando los dones juegan en contra.

Belleza, juventud, talento y reconocimiento internacional, no pudieron darle la ansiada felicidad.

Detrás de la glorificada y popular poeta, reconocida en el mundo entero, habitaba una joven mujer que día a día se adentraba más en la desilusión y la tristeza. Aquélla niña inocente y soñadora que conocimos en "Chico Carlo", con una feliz infancia en su Melo natal, se enfrentó con una vida oscura de castigos y penalidades.



Un matrimonio desdichado.


Su matrimonio con el capitán Lucas de Ibarbourou, pasa de ser un anhelado sueño, a convertirse casi en pesadilla. 

Su esposo, mayor que ella, no logra comprenderla. Probablemente ni siquiera le interesaba hacerlo. 

Era un hombre amante de lujos y excesos. 
De personalidad ostentosa, quería lo mejor, lo más bonito, lo último. Tal vez nuestra pobre Juana, fue parte de toda esa pompa, imprescindible para el gran ego del capitán. ¿El amor? Dudo que existiera de parte de él. Sí el sentido de posesión sobre una mujer única, como nuestra poeta.

No pasa demasiado tiempo en que comienza a someterla a violencia física y psicológica. En la delicada sensibilidad de Juana, todo se sentiría peor, como lo podemos llegar a imaginar. 

A pesar de la situación, Juana de Ibarbourou oculta sus malestares tras una sonrisa o una frase amable, de esas que solía prodigar a todos los que se le acercaban.

En esa época, la morfina se compraba sin restricciones, en cualquier farmacia. Y así comenzó Juana, de a poco, hasta volverse adicta. 
En la adicción tuvo altibajos, como se puede leer en sus biografías, siempre vinculados al aspecto afectivo.



Envidia y chismes, mala combinación.


La situación en su hogar empeoraba día a día. La belleza de nuestra escritora, así como su popularidad, generaban envidia y la hacían objeto de habladurías y chismes. Es en los momentos en que la belleza y la popularidad se vuelven pecado. 
Al capitán de Ibarboubou le causaba malestar todo aquéllo, lo que aumentaba el maltrato hacia su señora. 

Cuando fue nombrada Juana de América, su silla destinada a su esposo permaneció vacía, porque no se hizo presente. Esto habla a las claras de cuánto detestaba toda el aura siempre creciente que rodeaba a su esposa.


En 1914 nació su hijo Julio César.


De Julio César, Juana decía que era su mejor poema, su poema vivo. Luego, se sabría que, de adulto, también él la maltrataba. 

Juana y la aflorante Generación del 45.


A medida que el tiempo pasaba, fueron asomando otros escollos para nuestra escritora.
Fue así como tuvo que soportar el desprecio por parte de la intelectualidad uruguaya surgente de su época. La llamada Generación del 45, integrado por escritores como Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Ángel Rama, etc., que desdeñaba su valía, cuando no era objeto, incluso, de burlas.




















Vivía sumida en la pobreza, la falta de aseo y los malos tratos, en su casa de la calle 8 de Octubre, cuando dejó este mundo, el 15 de julio de 1979.

Fue enterrada con honores de Jefe de Estado.


La corta memoria de nosotros, los uruguayos.


Mientras en Uruguay permanece casi olvidada, en el mundo sigue siendo aclamada. Los mejores archivos de ella están en las universidades de Stanford y Harvard, en los Estados Unidos. Está incluida en los planes de estudio, mientras aquí ya no se lee... 

¿Qué nos sucede a los uruguayos?


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